Seúl está rodeado por varias montañas y la vida citadina puede cansar a veces, por lo que este fin de semana quise hacer algo diferente y opté por ir de paseo a una de las tantas montañas que esta ciudad ofrece.
Salí de mi casa con la idea de ir a «La fortaleza de Seúl» y después de 30 minutos de viaje en metro al llegar a la estación donde se suponía que tenía que tomar otro bus que me llevaría a la entrada de la fortaleza, me encontré con ríos y ríos de gente. Sabía que a los coreanos les gusta salir los fines de semana a escalar pero no me imagine a ese nivel. Las ajumas y los ahjussis estaban vestidos como para ir a escalar el Everest y la verdad yo me sentía nada preparada al verlos, no tenía los zapatos adecuados, no tenía el atuendo adecuado, no tenía ni una mochila solo mi pequeño bolso @_@ !! y cuando vi la fila eterna que había para subirse al bus número 704 decidí que lo mejor era buscar otra montaña u otra entrada.
Por suerte recordé que un amigo me dijo el nombre de otra estación cerca de ahí donde podía subir a otra montaña, entonces inmediatamente me dirigí hacia allá esperando que no hubiera tanta gente. Al llegar a la estación lo único que hice fue seguir a los experimentados escaladores y fui así como encontré el sendero por el cual decidí probar mi suerte y empezar a escalar.
En mi mente tenía la idea de caminar hasta donde mi pobre estado físico me lo permita 😦 y de ahí bajar. Pero el camino hacia la cima no se sentía tan cansado porque habían paradas estratégicas seguidas y además en estas paradas logré sacar unas bonitas fotos.
El camino está lleno de indicaciones hacia donde lleva cada desvío, entonces como era mi primera vez escalando y como ya lo mencioné no estoy en buen estado físico no quería que esta salida sea debut y despedida, por lo que sólo subí a un pico de 370 metros que se llama «Jokduribong». Pero la vista desde aquí fue espectacular.
Sé que hay otros picos que están a 870 metros y la vista desde ahí es mucho mejor pero ese será para la próxima vez y con unos mejores zapatos porque a la bajada me caí una vez 😦 y es que el piso es muy resbaloso y el día anterior llovió mucho en Seúl entonces eso hizo que la bajada sea más dura y peligrosa que la subida.
Gracias al otoño el cambio de color de las hojas se ve muy bonito, y el cielo estuvo bastante despejado también por lo que fue muy fácil ver Seúl desde las montañas.
Con todo lo bueno y lo malo me gustó mucho esta experiencia y espero poder repetirla 🙂
Según la página visita Corea hay muchas montañas más por descubrir… así que espero poder conocer las más representativas por lo menos 😉